La cazuela y el regreso a casa

Por Eugenio F. Rengifo L.

Regreso a mi casa. Luego de largo tiempo peregrinando por una u otra razón. La señora Judith, que me ayuda a mantener el lugar, me espera con una cazuela de ave. Le agregué un poco de chuchoca, me dice. Y, cómo no, con harta enjundia, que se obtiene solo con paciencia, amor y fuego lento. Por supuesto, la sabrosa presa, que pasa a ser la reina del caldo, va acompañada de una papa, un pedazo de zapallo con cáscara, porotitos verdes, choclo, perejil, cilantro. Una obra de arte que me recuerda la cocina de mi mamá y de mi abuela, en cuyas recetas la cazuela de ave no contemplaba ni zapallo ni choclo. La chuchoca tampoco aparecía en los ingredientes. Arroz, sí. Bueno, esta es una cazuela diferente, con un aggiornamento propio de la creatividad culinaria.

Mis ingredientes de identidad son el lugar, el amor y la familia, sus historias, la cocina, los campos verdes recorridos, el canto y la música a toda hora, la ida y el regreso, mis libros, el barrio, el café a media mañana, el quehacer diario, los amigos. Un hermoso himno que baja desde las altas nieves con su eco que llega hasta el mar. Una bandera que flamea en mi alma y le da colores de esperanza. Desde esa identidad voy recreando día a día lo cotidiano. Por eso, cada vez que salgo de casa,  la mejor parte del viaje sigue siendo el regreso. 

Recuerdo a Mario Oltra, fundador del grupo Los Provincianos, y su tremenda nostalgia por volver al lugar que lo vio nacer cuando cantaba… Detrás de la zarzamora y pasadito del bajo, ya se divisa a lo lejos mi vieja casa de campo. Hoy vuelvo a verla contento después de más de veinte años…apúrele, que quiero ver a mi vieja, caminar por los potreros… recuerdo aquella ventana rodeada de madreselva. Un canto de reencuentro con su padre, con quien se había peleado hacía algún tiempo. Y le compone esta tonada de regreso a su nido. 

Y cómo no recordar ese canto esperanzador de Illapu que vuelve para vivir… Vuelvo a casa, vuelvo compañera, vuelvo mar, montaña, vuelvo puerto, vuelvo sur, saludo mi desierto, vuelvo a renacer, amado pueblo. Vuelvo, amor vuelvo, a saciar mi sed de ti. Vuelvo, vida, vuelvo a vivir en ti país…

Entre tanto, acabo de finalizar la lectura de un libro sobre María Elena Walsh (Nací para ser breve, de la escritora argentina Gabriela Massuh, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 2017) y me ha traído el recuerdo de una de sus más hermosas canciones: Serenata para la tierra de uno, la que forma parte de su obra Juguemos en el Mundo. A fines de la década del sesenta la grabamos junto a Los Huasos de Algarrobal y fue una de nuestras canciones regalonas de esos años. Sus versos nos enfrentan a esa dramática disyuntiva de tener que dejar tu país por diversas razones o quedarse a vivir en él a pesar de todo. Ese país que te vio nacer y que te acogió y te dio identidad. 

… porque me duele si me quedo,

Pero me muero si me voy,

Por todo y a pesar de todo,

Mi amor, yo quiero vivir en vos.

Por tu decencia de vidala

Y por tu escándalo de sol,

Por tu verano con jazmines,

Mi amor, yo quiero vivir en vos.

Porque el idioma de infancia

Es un secreto entre los dos.

Porque le diste reparo

Al desarraigo de mi corazón.

Por tus antiguas rebeldías

Y por la edad de tu dolor.

Por tu esperanza interminable,

Mi amor, yo quiero vivir en vos…

Amo mis lugares y quiero vivir en ellos. Olores, sabores, sonidos, emociones, colores y dolores, sentimientos, alegrías, soles y lunas, aguas y nieves, cerros y valles, una sonrisa, la mano que se abre, el abrazo, un beso, raíces. Salimos de todo aquello para ir a descubrir otros mundos. Pero, al fin y al cabo, nos damos cuenta que nuestra casa sigue aquí, muy dentro del corazón, donde hemos nacido. Y el regreso a nuestra casa junto con disfrutar de una cazuela de ave con chuchoca se transforma en un verdadero regalo de la vida en un momento infinito. Por eso, como canta María Elena en su Barco quieto… No te vayas, quédate, que esta casa es nuestro modo de ser.

Agosto 2021

A %d blogueros les gusta esto: