Chillán, ciudad de movimiento

Las campanas de la catedral de Chillán suenan fuertes. Se anuncia una temperatura máxima para este veraniego sábado de enero cercana a los 36 ° C. Temprano en la mañana me informo que ha dejado de existir Juan Carlos Saravia, fundador e integrante clave de Los Chalchaleros durante los 50 años de canto del grupo. Su característica voz y su natural simpatía me hacen recordar con cariño la Zamba de mi esperanza. Revivo como si fuera hoy la presencia de Los Chalchaleros en un día de agosto de 1967 cantando esta zamba a los estudiantes que estábamos en toma al interior de la Universidad Católica. Qué fuerza y entusiasmo para reafirmar nuestros ideales de cambio en esos convulsionados años de fines de los ’60.

Estoy en la plaza de Chillán y me acerco a la catedral con la intención de rezar por el alma de Juan Carlos Saravia. Vuelven a sonar las campanas. Tanto en su frontis como en su interior apreciamos un hermoso templo declarado monumento nacional en 2014. La obra surge de un proyecto del arquitecto Hernán Larraín Errázuriz a los pocos días del terremoto de Chillán de enero de 1939 que en 60 segundos destruyó la antigua catedral y gran parte de la ciudad. En mi subconsciente escucho a Violeta Parra cantando … Chillán, ciudad de movimiento… Me encuentro con una iglesia llena de fieles y una importante concelebración con las máximas autoridades eclesiásticas presididas por el arzobispo de Concepción Fernando Chomalí. Eduardo y Tomás se van a ordenar de diáconos, en tránsito al sacerdocio. Se escucha al coro entonar … es hermoso ver bajar de la montaña los pies del mensajero de la paz…Antes de hacer su profesión de fe, el arzobispo les recuerda que han sido llamados para servir y no para ser servidos. Ellos reafirman su vocación y me sorprende el entusiasmo con que la asamblea aplaude a estos dos verdaderos quijotes de nuestros tiempos, en una sociedad que ha ido perdiendo su alma y su identidad, lo que se transforma para ellos en un desafío de un noble rescate.

Salgo nuevamente a la plaza y me dirijo al Teatro Municipal de Chillán, ubicada en un costado de ella. Este fin de semana se está desarrollando el 2° Festival de Cine Nacional de Ñuble. Ficción, documentales, obras experimentales, nuevos medios audiovisuales. Es mediodía y va a comenzar un conversatorio con el cineasta Sebastián Lelio, el director de Una mujer fantástica, obra que le mereció el Premio Oscar 2017 a la mejor película extranjera. No lo conocía en persona y fue un grato encuentro, donde este joven creador en el área del séptimo arte se expandió en sus vivencias de niño y adolescente y el impacto que le significaron en esos años películas como El imperio contraataca, ET y otras inspiradoras creaciones para la pantalla grande. Luego nos comenta sobre la influencia que ejerció en él Dogma, el cine danés vanguardista de finales de los ´90, cuyo manifiesto destaca la importancia de mostrar en el cine la realidad tal cual es, en blanco y negro, con cámara en mano. Hay que registrar la calle, nos asegura Lelio. Por ahí se refiere al cine chileno que también lo marcó con títulos como Valparaíso, mi amor de Aldo Franciay El chacal de Nahueltoro de Miguel Littin.

Me entusiasma este festival de cine y decido ir a ver una de las películas en competencia. Pero antes, luego de salir del conversatorio me encuentro en un paseo peatonal con dos parejas que zapatean una hermosa cueca a los sones de Los Huasos de Limarí que han venido a visitar la ciudad. Vamos haciendo palmas y disfrutando de la estética de nuestra danza nacional. Es un preámbulo para llegar al corazón y al alma culinaria misma de Chillán: su mercado. Qué vida se respira ahí, colores y olores, las mejores frutas y verduras, longanizas por aquí y por allá…Cuáles son las mejores… Caserito lleve los granados que están recién tomados…
A las 3 de la tarde estoy nuevamente en el Teatro Municipal de Chillán, me siento en una cómoda butaca y el aire fresco del recinto me hace recordar los 35° C que calienta a Chillán allá afuera en la plaza. Se proyecta Harley Queen, documental de Carolina Adriazola y José Luis Sepúlveda. Transcurre en Puente Alto, en el sector Los Bajos de Mena, el gueto más grande Chile como lo llaman algunos. Tal cual lo dice el significado de la palabra gueto, la locación es nada menos que un barrio o suburbio donde viven personas marginadas por el resto de la sociedad. La protagonista anhela buscar su identidad a través de su personaje de supervillana, madre y bailarina.

A la salida del teatro me encuentro con Carolina y José Luis y me cuentan que se demoraron tres años en grabar todo el material, escoger a las figuras principales y realizar la producción y el montaje, todo lo cual se refleja en un registro de gran y crudo realismo social. No sé si ellos se han guiado o no por el manifiesto de Dogma, pero hay mucho de él en su película. Les tomo una foto: cineastas chilenos que han entregado su alma y su corazón en esta película que trata de mostrar lo que se ha logrado en Chile con el llamado <<progreso>>…
Es hora de ir a la casa de mi hijo Federico que está de cumpleaños y me espera con un asado donde las longanizas chillanejas son las delicias para preparar un buen choripán en marraqueta.
No cabe duda que Chillán es una ciudad en movimiento, entre una ordenación de diáconos y las campanas de la catedral repicando, cineastas que registran un Chile real, la cueca zapateada en el pavimento de las calles centrales, un mercado pintoresco y un buen asado vespertino.
Enero, 2020
