Emilio Ramón, autor de “Los muertos no escriben”

El escritor, editor y profesor, Emilio Ramón, hace un tiempo publicó el libro “Los muertos no escriben”, una novela que desarrolla diferentes historias de escritores, editores y fantasmas, todo esto está inspirado en el mundo editorial independiente.

Esta novela, editada y publicada por Los perros románticos, presenta diferentes protagonistas, un grupo de amigos que van abordando temas como la crisis de los cuarenta, el fracaso y la decepción.

Para saber más sobre la novela, conversamos con Emilio Ramón.

Cuéntame, ¿cómo surge “Los muertos no escriben”?

– Tenía el primer capítulo escrito hace muchos años, cuando Camilo y sus amigos llegan a conocer el edificio donde ocurrirá casi toda la obra. Tenía la idea de escribir una novela de fantasmas, pero no quería hacerlo de una forma convencional, y a esa idea le di vuelta durante mucho tiempo. Por otro lado, sabía que, al menos en Chile, nadie había escrito una novela que tomara el tema de las editoriales independientes, así que en algún momento crucé esas dos ideas, y las palabras comenzaron a salir solas.

Al leerlo sentí que era muy ligado o de referencia a Irvine Welsh. ¿Es así? ¿Te inspiró al momento de escribir?

– Inspirarme al momento de escribir no, nunca escribo pensando en otro autor, pero de seguro que mi forma de escribir tiene influencias de Irvine Welsh. Hay cosas de su escritura que pienso que, de alguna forma, me han permitido mejorar la mía, como la forma en que ciertos detalles pueden hacer a un personaje más real, más humano. En cuanto a inspiraciones para construir el libro, iría más bien a la película “Mistery Train”, de Jim Jarmusch, y la canción ‘Mile End‘ de Pulp.

Esta novela aborda temas como la crisis de los cuarenta, el fracaso y la decepción. ¿Por qué seleccionaste estos temas y cómo llegaste a ellos?

– El final de la juventud me parece una edad muy interesante, el tema de la crisis, de aferrarse a lo que quedaba de juventud, mientras el mundo que conocimos comienza a derrumbarse alrededor, las relaciones que se acaban, las personas que mueren. No sé si en la novela hay mucha decepción, diría más bien resignación. Hacerse viejo en parte es resignarse. Es lo que hay y haremos lo que podamos con eso. En cuanto al fracaso, me parece un tema literario mucho más divertido que el éxito. Nadie quiere leer una novela en que a los personajes les salga todo bien. Qué aburrido sería.

Camilo K, el personaje principal, tras una década, desea volver a escribir, pero no lo logra. Esto de alguna forma ¿es una visualización de las dificultades para ser un escritor?

– Tiene que ver con su personalidad. Camilo K siempre está pensando en otro momento; no vive su presente, sino que en algunas cosas se ha quedado pegado en el pasado, y en otras vive pensando en lo que viene más adelante. Nunca está tranquilo con el aquí y el ahora, y eso le impide escribir. ¿Las dificultades para ser escritor? La primera de ellas es no tener nada que escribir, y ahí Camilo encaja muy bien.

En los personajes e historia, al estar cerca de la realidad de ser un escritor en Chile, por las dificultades. ¿Qué tanto hay de ficción y realidad?

– Chile es un pueblito y la escena literaria también lo es. Hay mucho de pose, mucho de apariencia. Hay varios personajes de la novela que viven de su imagen más que de su talento, y eso es algo que ocurre. Por supuesto que no todos son así. Hay gente buena y talentosa, como también mucho relleno irrelevante. En esta novela aparecen todos ellos.

El libro está contado en primera persona, hay siete narradores distintos. ¿Fue un desafío realizarlo de esa forma? ¿Estás conforme con el resultado?

– Hay algunos en primera persona, otros en tercera persona. Poner tantos narradores distintos sí fue difícil, lograr darle a cada voz un tono personal, que al leerlo no se confundiera con los otros, fue un desafío. Hay muletillas, ritmos, tonos, una variedad de aspectos que trabajar para lograrlo, y eso hizo que me demorara más de lo presupuestado en terminar de escribirla.

Siento que tienes un perfil ligado al punk, en términos de música y letras. ¿Te definirías como un escritor de literatura punk?

– El punk es una idea que me gusta mucho, y he escrito libros sobre música punk. No sé cuánto de eso se infiltra en mis libros de narrativa. Hay bandas, menciones a canciones… Pero más allá de esas menciones, creo que el punk me ha influido en la escritura, en la urgencia de ir a lo importante y no perder el tiempo en adornos ni en alardes personales. El punk es tomar lo que tengas y hacerlo excitante y divertido, y en ese sentido me siento identificado al momento de escribir. 

Se publicó una versión argentina de tu texto, que tiene una especie de Bolaño en la portada. Cuéntame un poco de esta edición y de cómo ha sido el recibimiento.

– Es Bolaño tras una nube de humo, para dar una apariencia fantasmagórica, pues uno de los personajes de la novela es efectivamente el fantasma de Bolaño. En palabras simples, esta es una novela que trabaja el tema de los fantasmas, y la editorial Piloto de Tormenta de Buenos Aires quiso darle importancia a eso a través de la portada. Va en relación también a la estética de la colección en la que está mi libro. Para mí es una alegría grande que Piloto de Tormenta la haya publicado para Argentina; es una editorial que admiro, y Argentina es un mercado enorme. Un orgullo.

¿En qué te encuentras trabajando actualmente?

Pronto aparecerá un libro de cuentos que estuve trabajando en paralelo a Los muertos no escriben. También estoy escribiendo un libro sobre una banda que me gusta mucho y que espero salga publicado el próximo año.

¿Qué lectura recomiendas?

– Difícil pregunta, porque últimamente me he topado con muchos libros que me han gustado mucho, pero, para no desviarme tanto de Los muertos no escriben, recomendaría dos obras que también influyeron en mi escritura. Me refiero a El tiempo es un canalla, de Jennifer Egan, y Las partículas elementales, de Michel Houellebecq.

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