Identidad entre cerros

Identidad entre cerros

Eugenio F. Rengifo L.

Invito a mi hija Josefina al Cajón del Maipo. A recorrer nuestras antiguas vivencias en Guayacán, ese pequeño poblado que nos acogió de niños, de adolescentes, de jóvenes y adultos. En la antigua casona familiar, la Villa María, que ya no está más, donde compartimos tantos veranos e inviernos, rodeados de montañas, verdaderas compañeras de escaladas con la inconsciencia propia de niños en la seguridad de que los cerros son nuestros amigos. Vamos a oler de nuevo esos aromas característicos de quillayes, higueras, jazmines, espinos y madreselvas.


Queremos escuchar el cantar torrentoso del río que nos llegaba desde ese tajo en la tierra que el “progreso” ha ido desnudando, robándole piedras, arena, maderas olvidadas. Un cantar hermoso que nos traía melodías y sueños que refrescaban nuestras noches veraniegas. La buganvilia que nos saludaba a la entrada de ese maravilloso lugar ya no nos ilumina. Alguien la dejó morir. El parrón ya no da sombra ni se ven racimos de uvas: la vid fue cortada y desapareció.
Sin embargo, todo ello se mantiene vivo en nuestra memoria.
Lugar, lugares, aromas, entorno, fauna y flora, paisajes: y nosotros formando parte de todo eso, en una comunidad familiar que se construyó con amor desde esas raíces, a la sombra de un nogal, entre largas conversaciones sin rumbo definido.

Guayacán nos marcó para bien. Me siento identificado con ese lugar. Ha sido un alimento de identidad que se refleja en la mirada lejana y cercana frente al disparejo camino de la vida.
El entorno, el paisaje, juegan un rol muy importante en la formación del carácter y es un estímulo de la creatividad, como lo señalan algunos estudiosos. Es el caso de Gloria Aponte García, arquitecta por la Universidad Piloto de Colombia, quien asegura que <<el ser humano es, en general, un desprevenido perceptor del paisaje. Es decir, un involuntario receptor de los múltiples y variados estímulos provenientes del lugar que habita. No obstante, es precisamente aquello que penetra el espíritu sin pasar por la razón, tocando las fibras más sensibles de los sentidos, lo que puede lograr ese nexo aparentemente inexplicable entre el individuo y su espacio vital; aquel que llamamos identidad. >>


… allá en San José de Maipo tengo una casita de muros blancos…pero solo en mi memoria… Recuerdo con Josefina parte de nuestra historia en el Cajón del Maipo, en ese lugar lleno de relatos encantados donde siempre hay contacto con la naturaleza, fuente inagotable de sabiduría que nos formó y construyó identidad.
Han pasado ya algunos días desde nuestro reencuentro con Guayacán. Hoy tomo la guitarra y le canto a nuestro árbol viejo y amigo…


… tengo un amigo viejo que canta conmigo cuando sopla el viento; un amigo que vive en el campo, solito y callado, apuntando al cielo; un amigo que me vio nacer, que me vio crecer cuando yo era un niño; un amigo que ya en mi vejez no estará tal vez conmigo… ya mi amigo se muere: cien años de historia cubrió con sus ramas… y regresa al silencio hecho un leño que arderá en el fuego sin ningún lamento…

Mientras tanto, los olivares prometen verdes aceitunas para esta temporada

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